lunes, 29 de octubre de 2012

Mort

El bebé gateó hasta la mesa torpemente. Sus miembros aun eran inseguros pero poseían una fuerza increíble. Observó fijamente con sus perturbadores ojos azules la altura de la mesa, evaluando el obstáculo. Se decidió y se acercó a una de las sillas que flanqueaban la mesa. Consiguió auparse con ayuda de sus pequeñas manitas y piececitos y… ¡Allí estaban! ¡Al fin podría jugar con ellos! El bebé rió satisfecho.

A muchos, muchísimos kilómetros de allí, el rey Azul declaraba la guerra al rey Amarillo. No era mal tipo, el rey Amarillo, de hecho, él mismo reconocía que también le movía a Amarillo sus carteles señalizadores un poquito de vez en cuando hacia su territorio para que su país fuese más grande. Pero esta vez, Amarillo se había pasado: ¡Contratar un mago para mover el río era hacer trampas! ¡Y de las gordas! Así que allí estaban, en un valle de apariencia muy impresionante, con una nieblecilla que le daba un aspecto fúnebre (Rojo estaba muy orgulloso de haber escogido esa hora. Para él, la niebla era imprescindible para darle un toque épico a la batalla).

Cada uno de los reyes montaba un imponente caballo de guerra, con una gran coraza con sus respectivos colores. Más que caballos, parecían enormes insectos acorazados, siempre y cuando los insectos fuesen capaces de proferir estridentes relinchos y comer zanahorias como pirañas. Detrás de cada rey, se encontraban cientos de filas de soldados de colores, portando diversas armas y todos muy bien colocaditos.

-          A ver… - Dijo el fotógrafo real neutral – ¡Mirad al pajarito y decid patata!

Todos pusieron la mueca más feroz que pudieron. Lástima que para casi todos, esa mueca era la misma que cuando padecían de estreñimiento, sin embargo, la intención es lo que cuenta. El fotógrafo terminó de hacer captar la imagen dentro de su cámara con duendecillo de última generación HD, y todos los soldados se relajaron visiblemente. Algunos se sentaron en el suelo, cansados visiblemente del poco frecuente esfuerzo de estar firmes tanto rato. No hacia falta estar derechos para jugar a los dados en el patio del castillo.
Las trompas de batallas tocaron y todos se apresuraron a ponerse de pie y coger sus armas, ponerse los cascos, rezar a diversos dioses (entre los más nombrados estaba la Dama e Ío el Ciego) y esconder los dados trucados junto con las respectivas ganancias. 

El rey Rojo avanzó unos pasos sobre su enorme corcel-ciborg y, para sorpresa general, se bajó del caballo y echó a andar a buen paso hacia el ejercito enemigo. Los soldados de Amarillo, se revolvieron inquietos. Era una grave infracción del protocolo bélico y ninguno estaba muy seguro de cómo debía actuar. Sin embargo, un cocodrilo volador surgido de la nada acabó con su indeterminación. Derribó al rey y cayó panza arriba, desde donde comenzó a agitarse intentando levantarse. Un piquero del rey Rojo se subió al caballo abandonado del rey y se dirigió vociferante hacia el ejército Amarillo. No obstante, cuando los enemigos alzaron sus armas para defenderse de esa carga suicida, un enorme dinosaurio aplastó a casi toda la caballería y empezó a hacer estragos en los guerreros. El cocodrilo al fin pudo alzarse y también se dirigió hacia el ejército Amarillo, el cual, muy desconcertado, no sabía cómo hacer frente a esta amenaza y habían optado por esperar instrucciones en un sitio más seguro, que incluyera un foso o dos y unas buenas murallas de piedra.

Los soldados Rojos cargaron montados en animales (tigres, elefantes, leones, jirafas etc) contra los soldados del ejército Amarillo, que ahora huían montados en pterodáctilos saltarines de vivos colores.

En medio de esta confusión, el rey Rojo consiguió levantarse (y digo consiguió porque cien kilos de masa corporal no se elevan a una posición vertical así como así) y empuñó su pistola de rayos láser, buscando a Amarillo. Este le atacó por sorpresa, blandiendo un martillo de goma que sonó ‘’wik, wik’’ contra su yelmo. De un disparo, Rojo lo desintegró.

-          Arreglemos esto como hombres – Dijo el rey Rojo tirando el arma hacia un lado
-          ¡De acuerdo! – Gritó Amarillo

Rojo desenvainó un sable de luz doble, de color (como no) rojo. Amarillo hizo lo mismo, su sable era de una sola hoja de color dorado. Intercambiaron varios golpes, en una reñida batalla sin un claro ganador. Rojo consiguió desarmar a su rival y este, sacando una katana, le hizo frente. Rojo tiró el sable y desenvainó una espada bastarda, con la cual quebró la katana de su oponente. Sin embargo, cuando creía que Amarillo estaba acorralado, este sacó un revolver y disparó diciendo ¡PUM!. Rojo cayó al suelo haciéndose el muerto, que es lo que dicta el protocolo en estos casos. Amarillo gritó feliz. Rojo se levantó del suelo, pillándolo por sorpresa y se sacó una biblia del bolsillo.

-          ¡Ha parado la bala!
-          ¡Trampa! – Chilló Amarillo - ¡Has hecho trampa!

No tuvo Rojo ocasión de responder a tan injustas acusaciones puesto que un braquiosaurio lo cogió por el cuello de la capa y lo elevó vociferante hasta la copa de un árbol, desde el cual, se podían intuir los improperios que lanzaba este…

-          ¡MALO! ¡HAS SIDO MUY MALO!

El bebé lloró desconsoladamente mientras una figura alta y encapuchada la apartaba de la mesa y lo mecía en brazos. La criatura al fin se calmó y clavó su férrea mirada azul en la capucha negra, donde titilaron otros ojos azules muy semejantes.

-          AINS – Suspiró la extraña figura con una voz como el plomo derretido – QUE RÁPIDO CRECEN Y APRENDEN

Llevó al bebé a su cuna y lo acostó cuidadosamente. Él agitó juguetonamente los bracitos y las piernecitas, haciendo sonar el móvil que colgaba sobre la cuna.

-          NO LO VUELVAS A HACER MÁS ¿VALE?. NO SON MUÑECOS, TE HE DICHO MIL VECES QUE ES EL TRABAJO DE PAPÁ. ALBERT ¿TE PUEDES ENCARGAR DE ÉL?

-          Claro que sí, mi señor – El mago surgió de la nada, se acercó a la cuna y se puso a hacerle monerías al pequeño, que rió encantado.

La Muerte suspiró de nuevo, se caló bien la capucha y salió de la habitación. Pasó por el armero y recogió su afilada guadaña y su espada. Luego, fue hacia una gran estancia y recogió dos ornamentados relojes de arena dorados. En ellos se podía leer: ‘’Rojo II de Carmesín’’ y ‘’Amarillo IV de Aurelus’’

 - MENUDO DESASTRE ME TOCA ARREGLAR AHORA…

Kira =^.^=















''Por las profundidades insondables del espacio nada la tortuga estelar, 
Gran A'Tuin, que transporta sobre su caparazón a los cuatro elefantes gigantes 
que a su vez soportan sobre sus lomos la masa del Mundodisco. 
En torno a ellos giran un pequeño sol y una luna diminuta.

Dibujan una órbita muy complicada para provocar los cambios de estación, 
así que debe de ser el único lugar del universo donde a veces un elefante tiene que 
levantar una pata para dejar pasar al sol. 

Quizá nunca sepamos exactamente el porqué de esto. 
Es posible que el Creador del universo se aburriera de tanta inclinación axial, 
albedo y velocidad de rotación, y decidiera divertirse un ratito.

No hace falta ser un genio para suponer que los dioses de un 
mundo así no deben de jugar al ajedrez, y así es. 
La verdad es que ningún dios juega al ajedrez. Les falta imaginación. 
Los dioses prefieren juegos más sencillos y salvajes, donde uno No Expande Su Intelecto 
sino que se Va A La Porra Directamente Sin Pasar Por La Salida. 
Para comprender toda religión es imprescindible saber que a los dioses 
les divierte ver a las niñas saltando a la comba con alambres de púas''

- Terry Pratchett; Brujerías -




martes, 2 de octubre de 2012

Emperatriz de hielo

+ Escarcha arremolinada a su paso, vaho luminoso de personas sin rostro a su alrededor, niebla que cubre sus huellas en frío y delicado beso. 

- ¿Soy la reina de hielo? 

+ Palacio rutilante, de fría belleza helada, brilla un carámbano, brilla un témpano, brillan las paredes de escarcha, con luz oscura, luz de sin vida, luz de vacío. 

- ¿Soy la reina de hielo ya? 

+ Cabello prístino arremolinado alrededor de gélido semblante, toque de muerte, albas ropas de heladora blancura. 

- ¿Soy la reina de hielo? 

+ Mente fría, alma congelada, una ya tenida, la otra obtenida, hondo pesar, un nuevo paso hacia un nuevo hogar y aterrador hogar. 

- ¿Soy ya la reina de hielo? 

+ ¡Espera! ¡Percátate de este hecho! No todo es hielo y escarcha, un tímido fuego, una vacilante llama, como de luz de vela en gélida corriente de ventana, abierta en noche invernal, todavía los copos caídos no han podido apagar. 

- ¿No soy todavía la reina de hielo? 

+ No, princesa de hielo, no tenéis aún la pureza del hielo, no tenéis aún su desdén frío ni su gélida impasibilidad. Mas os falta poco para ese estado alcanzar. Quizás en dos o tres reniegos más de vuestra chispa interna, de vuestra llama. Quizás en una o dos palabras dañinas más, quizás en un desprecio más. Quizás ya no haya vuelta atrás, el hielo de la falta de interés y la indiferencia os empieza a cubrir, la llama sólo existe ya en vuestro interior, sin duda, su gemelo murió, si es que existió alguna vez. 

- ¿Princesa de hielo? No creo que sea tan malo, a fin de cuentas, esa llama sólo me dañaba, me duele, me quema y sólo me aporta pesar. Además ¿Qué es de un fuego sin su leña para mantenerlo? ¿Qué es de un fuego sin que la persona que la prendió lo avive para que no lo apague la reciente nevada? 

+ Princesa… Vos no sabéis de qué habláis. El hielo es como el cristal, puede ser suave o puede ser cortante. Es transparente y puro, y, ante todo, es impasible. Sin embargo, el hielo es frágil, cualquier golpe puede destrozarlo. La reina de hielo es poderosa pero es vulnerable. 

- No quiero ser vulnerable, nadie lo sabe apreciar. Entregas regalos únicos de valor incalculable, das todo lo que posees en tu interior, siembras esfuerzo y paciencia, amabilidad, regañinas, dulzura, ánimos y miles de cosas más. Cuando vas a cosechar, sólo te encuentras un yermo páramo cubierto de la reciente nevada. Y al final, eres tú sola quien tiene que quitar esa nieve, despejar el terreno, intentar que no lo vuelva a cubrir. Nadie te ayuda, se marchan. Y esperan a cambio. El que no da nada exige recibirlo todo, y la que da , recibe absolutamente nada. Exigen recibir algo que ellos mismos no son capaces de dar, no escuchan palabras, se regodean en su ‘’sufrimiento’’ sin ver el sufrimiento de la marchita naturaleza del páramo que tardará siglos en recuperarse, como un pasto quemado y recubierto de sal. No son capaces de ofrecerse a ayudar a recuperar la tierra dañada a pesar de ser ellos los responsables de que se encuentre en ese estado. 

+ Entonces princesa, sólo queda un camino, una alternativa. Deberás llegar a ser más que una reina de hielo, tu coraza debe de ser tan gruesa y fuerte que reciba con impunidad los daños más crueles y duros. Deberás convertirte en emperatriz de hielo y confiar en que algún día llegará alguien que sepa fundir ese hielo, porque ese tipo de coraza no se quiebra con daños y golpes, no a base de fuego hiriente y ensañamiento sino que le basta con una simple sonrisa, con un sencillo, antiguo y profundo sentimiento. Es triste pero nada se puede hacer ya por esa tímida llamita, quien no quiso antes, ahora tampoco querrá.

Kira =^.^= 


''Nunca sabrás la forma en las que tus palabras me están atormentando.
No puedo creer que cuestiones esas cosas de mi.
No me conoces. [...]

No puedo escapar de la retorcida forma en que piensas en mi,
Te siento en mis sueños y no puedo dormir [...]

No puedo salvar tu vida
A través de la nada sangro pero es mas tormentoso
Estoy perdiendo la razón y tu solo te quedas ahí parado
viendo como mi mundo se parte [...]''

- Evanescence; Snow white queen -