A muchos, muchísimos kilómetros de allí, el rey Azul
declaraba la guerra al rey Amarillo. No era mal tipo, el rey Amarillo, de hecho,
él mismo reconocía que también le movía a Amarillo sus carteles señalizadores
un poquito de vez en cuando hacia su territorio para que su país fuese más
grande. Pero esta vez, Amarillo se había pasado: ¡Contratar un mago para mover
el río era hacer trampas! ¡Y de las gordas! Así que allí estaban, en un valle
de apariencia muy impresionante, con una nieblecilla que le daba un aspecto fúnebre
(Rojo estaba muy orgulloso de haber escogido esa hora. Para él, la niebla era
imprescindible para darle un toque épico a la batalla).
Cada uno de los reyes montaba un imponente caballo de guerra,
con una gran coraza con sus respectivos colores. Más que caballos, parecían enormes
insectos acorazados, siempre y cuando los insectos fuesen capaces de proferir
estridentes relinchos y comer zanahorias como pirañas. Detrás de cada rey, se
encontraban cientos de filas de soldados de colores, portando diversas armas y
todos muy bien colocaditos.
-
A ver… - Dijo el fotógrafo real neutral – ¡Mirad
al pajarito y decid patata!
Todos pusieron la mueca más feroz que pudieron. Lástima que
para casi todos, esa mueca era la misma que cuando padecían de estreñimiento,
sin embargo, la intención es lo que cuenta. El fotógrafo terminó de hacer
captar la imagen dentro de su cámara con duendecillo de última generación HD, y
todos los soldados se relajaron visiblemente. Algunos se sentaron en el suelo,
cansados visiblemente del poco frecuente esfuerzo de estar firmes tanto rato. No
hacia falta estar derechos para jugar a los dados en el patio del castillo.
Las trompas de batallas tocaron y todos se apresuraron a
ponerse de pie y coger sus armas, ponerse los cascos, rezar a diversos dioses
(entre los más nombrados estaba la Dama e Ío el Ciego) y esconder los dados
trucados junto con las respectivas ganancias.
El rey Rojo avanzó unos pasos
sobre su enorme corcel-ciborg y, para sorpresa general, se bajó del caballo y
echó a andar a buen paso hacia el ejercito enemigo. Los soldados de Amarillo,
se revolvieron inquietos. Era una grave infracción del protocolo bélico y
ninguno estaba muy seguro de cómo debía actuar. Sin embargo, un cocodrilo
volador surgido de la nada acabó con su indeterminación. Derribó al rey y cayó
panza arriba, desde donde comenzó a agitarse intentando levantarse. Un piquero
del rey Rojo se subió al caballo abandonado del rey y se dirigió vociferante
hacia el ejército Amarillo. No obstante, cuando los enemigos alzaron sus armas
para defenderse de esa carga suicida, un enorme dinosaurio aplastó a casi toda
la caballería y empezó a hacer estragos en los guerreros. El cocodrilo al fin
pudo alzarse y también se dirigió hacia el ejército Amarillo, el cual, muy
desconcertado, no sabía cómo hacer frente a esta amenaza y habían optado por esperar
instrucciones en un sitio más seguro, que incluyera un foso o dos y unas buenas
murallas de piedra.
Los soldados Rojos cargaron montados en animales (tigres,
elefantes, leones, jirafas etc) contra los soldados del ejército Amarillo, que ahora huían montados en pterodáctilos saltarines de vivos colores.
En medio de esta confusión, el rey Rojo consiguió levantarse
(y digo consiguió porque cien kilos de masa corporal no se elevan a una
posición vertical así como así) y empuñó su pistola de rayos láser, buscando a
Amarillo. Este le atacó por sorpresa, blandiendo un martillo de goma que sonó ‘’wik,
wik’’ contra su yelmo. De un disparo, Rojo lo desintegró.
-
Arreglemos esto como hombres – Dijo el rey Rojo
tirando el arma hacia un lado
-
¡De acuerdo! – Gritó Amarillo
Rojo desenvainó un sable de luz doble, de color (como no)
rojo. Amarillo hizo lo mismo, su sable era de una sola hoja de color dorado. Intercambiaron
varios golpes, en una reñida batalla sin un claro ganador. Rojo consiguió
desarmar a su rival y este, sacando una katana, le hizo frente. Rojo tiró el
sable y desenvainó una espada bastarda, con la cual quebró la katana de su
oponente. Sin embargo, cuando creía que Amarillo estaba acorralado, este sacó
un revolver y disparó diciendo ¡PUM!. Rojo cayó al suelo haciéndose el muerto,
que es lo que dicta el protocolo en estos casos. Amarillo gritó feliz. Rojo se
levantó del suelo, pillándolo por sorpresa y se sacó una biblia del bolsillo.
-
¡Ha parado la bala!
-
¡Trampa! – Chilló Amarillo - ¡Has hecho trampa!
No tuvo Rojo ocasión de responder a tan injustas acusaciones
puesto que un braquiosaurio lo cogió por el cuello de la capa y lo elevó
vociferante hasta la copa de un árbol, desde el cual, se podían intuir los
improperios que lanzaba este…
-
¡MALO! ¡HAS SIDO MUY MALO!
El bebé lloró desconsoladamente mientras una figura alta y
encapuchada la apartaba de la mesa y lo mecía en brazos. La criatura al fin se
calmó y clavó su férrea mirada azul en la capucha negra, donde titilaron otros
ojos azules muy semejantes.
-
AINS – Suspiró la extraña figura con una voz
como el plomo derretido – QUE RÁPIDO CRECEN Y APRENDEN
Llevó al bebé a su cuna y lo acostó cuidadosamente. Él agitó juguetonamente los bracitos y las piernecitas, haciendo sonar el móvil
que colgaba sobre la cuna.
-
NO LO VUELVAS A HACER MÁS ¿VALE?. NO SON
MUÑECOS, TE HE DICHO MIL VECES QUE ES EL TRABAJO DE PAPÁ. ALBERT ¿TE PUEDES
ENCARGAR DE ÉL?
-
Claro que sí, mi señor – El mago surgió de la
nada, se acercó a la cuna y se puso a hacerle monerías al pequeño, que rió
encantado.
La Muerte suspiró de nuevo, se caló bien la capucha y salió
de la habitación. Pasó por el armero y recogió su afilada guadaña y su espada. Luego,
fue hacia una gran estancia y recogió dos ornamentados relojes de arena
dorados. En ellos se podía leer: ‘’Rojo II de Carmesín’’ y ‘’Amarillo IV de
Aurelus’’
- MENUDO DESASTRE ME
TOCA ARREGLAR AHORA…
Kira =^.^=
''Por las profundidades insondables del espacio nada la tortuga estelar,
Gran A'Tuin, que transporta sobre su caparazón a los cuatro elefantes gigantes
que a su vez soportan sobre sus lomos la masa del Mundodisco.
En torno a ellos giran un pequeño sol y una luna diminuta.
Dibujan una órbita muy complicada para provocar los cambios de estación,
así que debe de ser el único lugar del universo donde a veces un elefante tiene que
levantar una pata para dejar pasar al sol.
Quizá nunca sepamos exactamente el porqué de esto.
Es posible que el Creador del universo se aburriera de tanta inclinación axial,
albedo y velocidad de rotación, y decidiera divertirse un ratito.
No hace falta ser un genio para suponer que los dioses de un
mundo así no deben de jugar al ajedrez, y así es.
La verdad es que ningún dios juega al ajedrez. Les falta imaginación.
Los dioses prefieren juegos más sencillos y salvajes, donde uno No Expande Su Intelecto
sino que se Va A La Porra Directamente Sin Pasar Por La Salida.
Para comprender toda religión es imprescindible saber que a los dioses
les divierte ver a las niñas saltando a la comba con alambres de púas''
- Terry Pratchett; Brujerías -