En mi mente pastan cual dóciles y esponjosas albas ovejas, palabras de todo tipo y condición. En unas ocasiones, son delicadas y forman pensamientos trémulos como la brisa del verano. Otras, se unen en huracanado fragor de brea y tempestad, pugnando por hacerse oír.
Pero a veces
y solo a veces
exigen golpeando las paredes de mi intelecto que las dote de cuerpo y metáfora. Y es difícil atrapar en vanas envolturas carnales un retazo de nube o un susurro floreciente de diente de león. Pero ellas, impacientes, ajenas a esto, me obligan con premura a buscar lápiz y papel, y a plasmar en el folio las expresiones más delicadas posibles de la esencia de mi pensamiento.
Un empedrado bajo la cálida lluvia en primavera, en la cual titilan, azules, las estrellas a lo lejos. El ojo resplandeciente de la Luna atenúa la luz amarillenta de los faroles. Es onírica, con olor a jazmín y azahar, la estrecha calle. La albura terrenal de las encaladas paredes combina a la perfección con el aterciopelado ensueño del eco de nuestros pasos. Mi mano en la suya, La suya en la mía. Su presencia en el alma y su perfume en mis nubes. Bajo pétreos arcos carmesíes paseamos la ternura de la pluma y el cosquilleo de unos dedos que se saben observados. El trémulo roce de unas yemas aún no florecidas acariciando la línea de mi frágil horizonte. Y no hay más, porque no es necesario más. Porque el silencio vale la pena cuando está lleno de nuestros significados.
Mi amor, no perturbemos el eco del tiempo del ahora ni la grafía de la sempiterna roca que nos contiene.
Y bésame en silencio, con sigilo, para no despertar a la mariposa.
Kira =^.^=
Kira =^.^=